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martes, 30 de diciembre de 2014

Los ayaymama

Dicen que dicen que un matrimonio muy pobre vivía en una cabaña construida con ramas en el límite de la selva. Tenían dos hijos pequeños, un varón y una niña, y no les resultaba fácil darles de comer. Sobre todo en la temporada de lluvias, cuando era tan difícil y peligroso salir a cazar. El huerto que cultivaban junto a la casa apenas les daba algunas verduras con las que mantenerse. Esa tierra no servía para plantar papa.
Una mañana el padre salió de caza y no volvió. Esa noche la madre y los hijos lloraron juntos en la choza. ¿Qué le habría pasado? Quizás lo había picado una víbora venenosa, o se había caído de un árbol, o lo había atacado un jaguar... había mil peligros en la selva.
En cuando volvió a salir el sol, la madre tranquilizó a los pequeños como pudo y salió en busca de su marido. Ella conocía las picadas del monte y sabía que su marido solía cazar cerca del ojo de agua, donde los animales iban a abrevar.
Los niños se quedaron solos. Pasaron muchas horas y su madre no regresaba.
-Tenemos que ir a buscarla -dijo el niño. Y la chiquita se fue detrás de su hermano.
Pero ellos no conocían los senderos de la selva y pronto se perdieron. Vagaron asustados durante horas. Al día siguiente, el muchacho encontró unas raíces comestibles y sacó unos huevos de un nido. Los pobres tenían hambre y sed y no sabían cómo ni por dónde buscar a sus padres.
-¡Ay, mamá! -gritaban, llamando a su madre. ¡Ay, ay, mamá!
De pronto la pequeña miró a su hermano y se echó a reír.
-Te están creciendo plumas en la cabeza.
El chico no lo podía creer, pero cuando se tocó la cabeza se dio cuenta de que era cierto. Y miró a su hermana y vio que también a ella le estaban empezando a salir unas plumitas en los brazos.
El espíritu de la selva, compadecido de los dos huerfanitos, había decidido convertirlos en pájaros para salvarles la vida. Y es así como existen hoy los Ayaymama, esos pájaros que son alegres de día y tan tristes de noche. En cuanto oscurece, comienzan a sonar sus gritos y parece que lloraran diciendo: «¡Ay, ay, mamá! ¡Por qué nos dejaste, mamá!».

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