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lunes, 7 de abril de 2014

Tio conejo en apuros

Nadie sabía lo que Tío Conejo le había hecho a Tío Tigre, pero se veía que había quedado muy ardido y con ganas de desquite, porque juraba sin cesar que ese gran sinvergüenza no se iba a quedar sin castigo.
Como Tío Conejo vio que no estaba para bromas, se escapó del lugar, esperando que al otro se le bajara la cólera.
Tío Tigre llamó a varios amigos y les preguntó si querían ganarse un camaroncito, que él estaría dispuesto a entregárselo si lo ayudaban a buscar a Tío Conejo.
Tía Zorra, que era amiga de quedar bien si veía que podía sacar tajada y que además le tenía tirria a Tío Conejo por lo que la había hecho sufrir, se ofreció a ayudar sin interés, pero Tío Tigre insistió.

‑No, no, Tía Zorra. Como va a ser asunto serio, no quiero que por mí vaya Ud. a maltratarse.

Pero ella se negó, pues era una cuestión de honor a su nombre.
Un día lo pilló a Tío Conejo metiéndose en una cueva. Se quedó allí apostada largo rato para ver si salía. Sin perderlo de vista, fue acercándose de a poco hasta llegar al lugar. Puso la oreja a la entrada de la cueva y oyó a Tío Conejo roncando en su interior.
Paró el rabo y se dijo: '¡A correr!' y no paró hasta llegar al rancho de Tío Tigre con la campanada de que ya había dado con Tío Conejo.
Tío Tigre le dijo:

‑Bueno, Tía Zorra, cuidado, no me vaya a chasquear, porque entonces usted también saldrá rascando.
‑¡Adiós, compadre, cómo va a ser eso! Póngaseme detrás y se convence.
Así lo hizo y corrieron hasta llegar al lugar. Como la entrada de la cueva era muy angosta, Tío Tigre metió la mano y alcanzó a tocar la pancita de Tío Conejo, que se despertó sobresaltado.
Al darse cuenta del peligro, con voz hueca dijo:

‑¿Quién me toca la muñeca?

La voz dentro de la cueva sonaba muy fea y parecía venir de una boca más grande. Tío Tigre al escuchar esto se encogió sobresaltado.
¡Ni por la perica! ¿Quién sería el que hablaba así y tenía una muñeca tan grande? ¿De qué tamaño sería entonces la mano? ¿Y el cuerpo?
Ahí no más pensó lo tonto que había sido por creerle a esa gran sinvergüenza de su comadre. Y sin esperar razones, temiendo enfrentarse al monstruo gigante dueño de aquel vozarrón, emprendió la retirada. Pero antes, le dio tal zarpazo a Tía Zorra que la dejó patas arriba.
Tío Tigre no paró hasta llegar a su guarida. Tía Zorra todavía se está rascando y el pillo de Tío Conejo, terminada su siesta, volvió a su madriguera riendo a más y mejor.

Fuente: María Luísa Miretti

0.073.3 anonimo (venezuela)

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