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lunes, 7 de abril de 2014

El origen del «moai kava kava»

Iba un día el ariki, es decir, el rey de Rapa Nui, Tuu-ko-iho, camino a su casa cuando se cruzó con dos espíritus, es decir, dos aku-aku, que estaban durmiendo. El ariki se detuvo y los miró: sus cuerpos carecían de vientre y no tenían ni hígado ni intestinos. Solo se veían sus costillas y el esternón. Sintió temor.
En ese momento, otro aku-aku que estaba subido a un monte gritó espantado:
-¡Despertad, despertad! ¡Han visto vuestros cuerpos!
Tuu-ko-iho continuó caminando.
El shipibo-volvió a gritar:
-¡Despertad, despertad!
-¿Qué sucede? -preguntaron los dos espíritus.
-Tuu-ko-iho ha visto vuestros cuerpos.
Los dos aku-aku se levantaron presurosos, cubrieron sus huesos con carne y se transformaron en seres vivientes. Corrieron hacia donde había ido el ariki, le adelantaron rodeando un montículo y se le aparecieron como por casualidad.
-¡Oh, ariki, bienvenido seas! -dijeron los dos jóvenes al estar frente al rey.
-Igualmente tú y tu compañero -respondió Tuu-ko-iho.
-¿Qué te pareció lo que viste cuando venías?
-No he visto nada -agregó el ariki.
Los aku-aku se fueron y Tuu-ko-iho continuó su camino.
Al cabo de un rato, el ariki volvió a encontrarse con otros dos jóvenes. Los miró y, aunque no tenían los mismos rostros, como tenía mana, es decir, poder sobrenatural, supo que eran los mismos que había encontrado antes.
-¡Oh, ariki, bienvenido seas! -dijeron ellos.
-Y vosotros, ¡oh jóvenes!, igualmente bienvenidos seáis -respondió Tuu-ko-iho.
-¡Ah, la cosa que tú sabes! -le dijeron con un tono burlón.
-¡Nada! ¡Yo no sé nada!
-¿No encontraste nada cuando caminabas hacia acá?
-¡Nada!
El ariki llegó por fin a su casa y se dispuso a descansar un poco cuando aparecieron los dos aku-aku. Le preguntaron de nuevo:
-¿No has visto a nadie en tu camino?
-A nadie.
Los aku-aku se marcharon, riéndose y dando gritos de alegría.
El ariki se dispuso a dormir, y volvieron a aparecer los aku-aku, que se quedaron escondidos al lado de la casa para ver si Tuu-ko-iho hablaba en sueños de lo que había visto en el camino. Pero el ariki, que los había escuchado y no estaba dormido, nada dijo.
-Tuu-ko-iho no ha visto nuestros cuerpos -comentaron finalmente los aku-aku, y se marcharon.
Al día siguiente, llegaron hasta la casa Tuu-ko-iho tres muchachas para invitarle hasta la aldea de Akahanga, donde preparaban un umu, es decir, una comida cocinada en la tierra. El ariki fue allí por la tarde y le invitaron a comer. Las piedras que había en el agujero estaban todavía calientes y, sobre ellas, había algunos troncos quemados del árbol Toro­-Miro. Cogió dos tizones y dijo que se los llevaría.
-Apáguenlos con agua, por favor.
Después de la cena, el ariki regresó a su casa y descansó hasta el día siguiente.
Al otro día, cuando el sol asomaba por detrás de las cumbres, y las nubes corrían por el cielo, Tuu-ko-iho se levantó, cogió una piedra de obsidiana y comenzó a esculpir uno de los tizones de madera. Primero los ojos, luego la nariz, las orejas, el cuello, las manos, el vientre sin músculos, las costillas, las piernas y los pies. Cuando terminó, el moai se parecía a uno de los aku-aku. Luego esculpió el otro tizón y le apareció la figura del otro aku-aku. Con un cordel, ingenió un sistema para sostener las figuras y hacerlas caminar.
Desde ese día, su casa fue llamada Hare Haka ha ere moai mango, es decir, `la casa de las figuras que caminan'. Al conocer la noticia, los aku-aku se indignaron y se marcharon de Rapa Nui al verse ridiculizados. Nadie supo nunca nada de ellos.

0.075.3 anonimo (isla de pascua)

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