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lunes, 4 de noviembre de 2013

Ramat, la vaca que hablaba con los hombres

Hace mucho tiempo, en la época en que el cielo y la tierra se tocaban, las vacas sabían comunicarse con los hombres en el lenguaje de éstos. En aquel tiempo vivía una mujer que se llamaba Nariku Olari. Tenía una vaca llamada Ramat que, como todas las vacas de aquellos tiempos, hablaba el lenguaje de los hombres.

Un día, Nariku llamó a Ramat y le dijo:
-Querida Ramat, necesito un poco de tu leche.
-Toma mi leche, Nariku. Te la doy con mucho gusto -respondió Ramat.
El día siguiente, Nariku llamó a Ramat:
-Ramat, querida vaca, necesito un poco de nata.
-Toma mi leche para hacer nata, querida Nariku. Ponla a hervir, déjala reposar y la nata flotará en la superficie... -le aconsejó Ramat.
Al otro día, Nariku llamó a Ramat:
-Ramat, querida Ramat, necesito un poco de tu sangre.
-No hay nada más sencillo, mi querida Nariku. Coge una flecha bien afilada y pincha mi vena yugular. Recoge mi sangre en una calabaza y vuelve a cerrar bien la pequeña herida con un emplasto de hojas.
Así se hizo, pues Ramat siempre deseaba contentar a Nariku.
Pasaron unos días y Nariku llamó a Ramat:
-Ramat, querida Ramat, necesito que me des algo.
Ramat acudió enseguida.
-Claro que sí, querida Nariku; dime qué necesitas de mí.
-Dame un poco de tu médula espinal -le pidió Nariku.
-No me es posible darte mi médula espinal sin darte también mi vida... -repuso Ramat.
Pero Nariku insistía.
-¿Tendré que irme de tu lado para que no me mates? ¿O debo darte mi vida por amor a ti y para satisfacer todos tus caprichos? -preguntó Ramat.
Nariku no respondió y buscó un cuchillo para matar a Ramat.
Ramat escapó hacia el llano corriendo con todas sus fuerzas. Mientras corría, gritó a Nariku:
-Antes de que me vaya para siempre, voy a advertirte de tres cosas:
La primera es que a partir de ahora las vacas saben que los hombres no respetan a las criaturas de Dios y están dispuestos a sacrificarlas. Por eso, las vacas se alejarán del hombre y no volverán a hablar en su lengua.
La segunda es que a partir de ahora las vacas no vivirán con los hombres sino fuera de las casas y los hombres tendrán que llevarlas a caminar durante todo el día lejos de los poblados para que puedan alimentarse.
Y, por último -dijo Ramat con una voz cada vez menos audible, mientras se alejaba de la casa de Nariku, la tercera cosa es que tendréis que ordeñarnos todos los días y ya no nos comportaremos con tanta paciencia y amor. A veces os daremos una buena patada para recordaros que somos criaturas vivas que sufren. Los hombres tendréis que aceptar estas obligaciones, al igual que nosotras asumiremos que hemos sido creadas para vivir con los hombres y que dependeremos eternamente de su vanidad.
Desde ese día, ninguna mujer puede sacrificar una vaca. Y, también desde ese día, los hombres tienen que cuidar de su rebaño en cada momento del día y de la noche.

Fuente: Anne W. Faraggi

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