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miércoles, 6 de noviembre de 2013

La virgen de guadalupe

«Después que plugó a la piedad divina amansar su sa­ña y alzar su ira y acatar con ojos de misericordia, Espa­ña, dio muchas victorias a los españoles contra los mo­ros, no sin grandes milagros y maravillas. Volvieron po­co a poco a cobrar la tierra, como fueron echando a los moros de ella.
Habían pasado ya más de seiscientos años desde que los moros entraron en España. Reinaba en Castilla y León el noble don Alfonso, el onceno de este nombre e hijo del rey don Fernando IV. Andaban unos vaqueros guardando sus ganados en una dehesa, que se dice de Guadalupe, a causa de que pasa por ella el río que se di­ce Guadalupe y cerca de un lugar que se dice Alía, acae­ció que a uno de ellos se le perdió una vaca.
Andándola a buscar por espacio de tres días y no la pudiendo hallar, metióse por la ribera arriba del río su­sodicho Guadalupe, por entre unas grandes montañas de muy grandes robledales y otros muchos árboles sil­vestres. Metióse por la ribera arriba y halló una pequeña fuente, donde después que bebió, como a un tiro bueno de piedra de distancia, vio estar la vaca muerta.
Como este vaquero llegase a ver a su vaca y mirándo­la muy bien con mucha diligencia por todas partes, no la hallase alguna mordedura de lobos o de otro animal, ni rastro de ello, ni menos hinchada, como suelen estar los animales de algún tiempo muertos, estaba muy maravi­llado, no sabiendo de qué se podía haber muerto.
Y aparejándose para la desollar, sacó un cuchillo y, a costumbre de carnicero, hízole una cruz en los pechos. Y estando en esto ocupado, a deshora, se levantó la vaca viva estándola desollando. Él, espantado de cosa tan maravillosa y nunca semejante vista ni oída, apartóse al­gún tanto de la vaca, todo turbado. Estando así espanta­do de aquella novedad, a deshora le apareció la Reina de los Cielos y Madre de Dios, la Virgen María, y le dijo:
-"No temas. Yo soy la Madre de Dios, Salvador del li­naje humano. Toma tu vaca y llévala al hato con las otras y vete luego para tu tierra. Dirás a los clérigos lo que has visto (este vaquero era natural de Cáceres). Di­les también de mi parte que te envío yo allá. Que ven­gan a este lugar donde ahora estás. Que caven donde es­taba la vaca muerta, debajo de estas piedras: hallarán una imagen mía. Cuando la sacaren, diles que no la mu­den ni lleven de este lugar donde ahora está, mas que hagan una casilla en que la pongan. Tiempo vendrá que en este lugar se haga una iglesia y casa muy notable y pueblo asaz grande".
Y dichas estas cosas desapareció.
El pastor, tomando su vaca, fuese con ella al hato y contó a sus compañeros todo lo que le había sucedido. Ellos, como hombres de voto ingenuo y rústicos de poco saber, no le daban crédito a las cosas que les decía. Así hacían burla de él, no mirando que todas las cosas son a Dios posibles y que en todo tiempo y por muchas mane­ras muestra sus maravillas a quien El place.
El vaquero, viéndoles tanta dureza y que así hacían de él burla y menospreciaban lo que les decía, díjoles:
-"Amigos, no burléis ni tengáis en poco lo que os he dicho. Si no me queréis creer a mí, id a mirar la señal que trae la vaca en los pechos, y por ella podréis ver si es cierto lo que os digo".
Y como los vaqueros fuesen a mirar la vaca y viesen la señal que en los pechos traía, creyeron todos lo que su compañero el vaquero les decía.
El vaquero era natural de Cáceres.
Tenía en aquella villa mujer e hijos. Pedida licencia de sus compañeros, fue allá a cumplir el mandado a que le enviaba la Reina de los Ángeles y por visitar su casa.
Y como fuese derecho a ver su mujer e hijos, entrando por casa, hallóla que estaba llorando por un su hijo, que estaba difunto, que aún no le había llevado a enterrar. Lo cual visto del vaquero, comenzóla a consolar como pudo. Dijo que se asosegase y no quisiese más llorar, porque aquella Señora que le apareciera y le enviara con su mensaje era poderosa de resucitar aquel niño y le tornar a la vida presente, como había hecho a la vaca, que era muerta y estaba comenzada a desarrollar.
Y la buena dueña consolada con estas palabras y es­peranza, el devoto vaquero hincó la rodilla en tierra de­lante los clérigos que, a aquella sazón, vinieron con otras gentes para llevar el niño a enterrar, y delante de cuan­tos allí estaban y derramando muchas lágrimas de devo­ción de aquella Señora que ya le había escogido para su servidor, con gran fe y esperanza que en Ella tenía, dijo así:
-"Señora, Tú sabes la embajada que de tu parte trai­go y creo muy cierto ser esto por Ti ordenado, que yo ha­llase este mi hijo muerto, porque Tú mostrándote mara­villosa en me lo resucitar, sea más ligeramente creído de aquéllos a que soy aquí por Tu mandado venir. Pues que así es, Señora, suplícote que lo quieras resucitar y de aquí te lo ofrezco por Tu perpetuo servidor y de lo llevar a aquel lugar santo, donde Tú tuviste por bien de me aparecer".
Y fue cosa maravillosa, que luego delante de los cléri­gos y de la otra gente que allí estaba, el mozo resucitó, como quien despierta del sueño.
Y estando todos maravillados de este tan gran mila­gro, díjoles el vaquero:
-"Señores, amigos, sabed que para dar fe al mensaje que yo os traigo, bien era menester que Nuestra Señora tuviese por bien de obrar esta tan gran maravilla, ya que por nuestros pecados muchas veces dudamos en aque­llas cosas que no vemos corporalmente".
Y dicho esto, comenzóles a dar cuenta de su embaja­da, y cómo Nuestra Señora le había aparecido luego en aquellas montañas y lugar junto al río de Guadalupe.
Y continuó:
-"Mandóme que os viniese a decir que fuésedes allá y que hallaríades debajo de tierra una su imagen, y que la sacáredes de allí y le hiciésedes una casilla en que la pu­siésedes, porque tiempo vendrá que se hará allí una grande iglesia y población".
Oídas estas cosas por los clérigos, parecíanles como algo dudosas; mas como vieron el milagro del mozuelo resucitado y el vaquero ser hombre de buena vida y mu­cha verdad, creyeron ser cosa cierta todo lo que decía.
Luego, el cabildo de la clerecía nombró ciertos cléri­gos de ellos para que se fuesen con el vaquero al lugar donde Nuestra Señora le apareciera.
Y como así llegasen con muchas gentes del pueblo de Cáceres y de otros que por el camino les acompañaron, comenzaron a cavar en aquel lugar que el vaquero les se­ñaló y, no mucho hondo, toparon con un sepulcro de mármol y hallaron dentro en él la imagen de Nuestra se­ñora la Virgen Santa María, y las otras cosas que con ella se pusieran, entre ellas una carta que explicaba la histo­ria de la susodicha imagen.
El postrer Rey de los godos de occidente fue vencido del vicio de la carne con una hija del Conde don Julián, que se decía de la Cava, permitiendo los pecados de este Rey y de su pueblo de España que entrasen los moros en ella y la destruyesen y sojuzgasen.
Y como los cristianos así vencidos desamparasen el Andalucía y toda la tierra, por el temor de los moros, fuéronse huyendo para las montañas de Oviedo.
Y hubo algunos devotos clérigos de la ciudad de Sevi­lla, que llevaron consigo las reliquias que pudieron, por no las dejar en poder de los infieles. Y entre ellas, lleva­ron la imagen de Nuestra Señora, que era tenida en mu­cha devoción y reverencia en la iglesia de Sevilla.
Y llegando a una gran montaña, que está junto a un río que se dice de Guadalupe, hallaron una como ermita pequeña, las paredes hechas de piedra seca y cubierta de corchas y mal reparada, que debiera ser hecha de al­gunos ganaderos, que por allí cerca andaban, y estaba dentro de una como sepultura de piedra de mármol, se­gún que las semejantes por muchos lugares se suelen hallar.
Y como llegasen allí los dichos clérigos de Sevilla y hallasen aquel pobre aparejo para esconder las dichas reliquias, y por ir más ahorrados y desocupados para po­der huir de los moros, pusieron allí la imagen de Nuestra Señora.
Y escribieron una carta, que también pusieron allí, en que relataban lo susodicho, de cómo aquella imagen fue enviada de Roma por San Gregorio, Papa, a San Lean­dro a Sevilla y cómo de Sevilla fue traída allí.
Y, asimismo, le envió otras muchas reliquias y el palio para que usase de él.
Y como entrasen en una nao por la mar los que atraían este tan preciosoy santo presente, tuvieron muy gran tempestad, en que pensaron todos perecer.
Mas uno de los clérigos que en aquella compañía ve­nían, movido con mucha fe y devoción, sacó la santa imagen de la milagrosa Reina del Cielo e hincando to­dos las rodillas delante de Ella, suplicaron a la Madre de misericordia, con muchas lágrimas y entrañal devoción y humildad profunda, los quisiese librar de tan gran pe­ligro.
Y apareciendo en el navío gran claridad de muchas candelas encendidas, cesó aquella brava tempestad.
Y como aquella compañía llegase al puerto de la ciu­dad de Sevilla y San Leandro supiese que venía aquel precioso presente, saliólo a recibir con mucha alegría, y con gran veneración lo llevó a su aposento, dando a Nuestro Señor Dios y a su Santa Madre por ello muchas gracias.
Esta es la historia como la hallé escrita en un libro muy antiguo de muy viejo, que había más de cien años que era escrito, en perga-mino, antes que éste mío se es­cribiese, que fue en el año de 1514 años».
También decía que fue llevada la carta susodicha al Rey don Alfonso XI cuando fue hallada con la imagen y que mandó que fuese trasladada y puesta en sus crónicas reales.

FRAY DIEGO DE ÉCIJA

FUENTES:
-Esta historia, no me atrevo a decir leyenda, está tomada de la obra "Libro del Monasterio de Guadalupe", por fray Diego de Écija. Publicaciones del Departamento Provincial de Seminarios de FET y de las JONS. Cáceres, 1953.
- La sencillez y el candor con que está escrito son la mejor garan­tía del relato. Además, se trata de una historia muy querida de todos los extremeños. Nosotros hemos seleccionado las partes que mejor sirven al interés de nuestras intenciones. Las palabras, prácticamente en su totalidad, son del piadoso franciscano.
- Creemos que hacemos un favor al lector para que por sí mismo juzgue lo que estamos diciendo.
-Agradecemos a los padres Franciscanos, custodios del monaste­rio, las facilidades que nos han dado para realizar nuestro trabajo.

Fuente: Jose Sendin Blazquez

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