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miércoles, 6 de noviembre de 2013

La princesa mora

Hace muy pocos meses, en las laderas cercanas al río Ambroz, se veían algunos hombres que con picos y apa­ratos escarbaban en las tierras de Hervás. La fiebre de los detectores de metales se empleaban en el fallido in­tento de buscar el tesoro de la Princesa o de la Mora. Los buscadores se creían más afortunados que los pobres viejos, que los contemplaban con sarcástica sonrisa, por­que ellos, ya antes, habían intentado lo mismo.
Es que aún sigue viva en esta hermosa villa extreme­ña la vieja tradición del túnel misterioso.
En un lugar cercano al río, que bautizaran los roma­nos, se halla escondido el incalculable tesoro que la Princesa Zoraida y José María, el pastor enamorado, ro­baban y escondían en el túnel secreto del viejo castillo. Intentaban reunir la dote necesaria para su pactado e imposible matrimonio, que nunca llegó a celebrarse.
Todos los buscadores están seguros de que el afortu­nado encuentro resolverá con creces el empeño que los alienta.
La historia se remonta a aquellos tiempos difíciles pa­ra los que profesaban creencias no cristianas.
En casi todos los pueblos de España, y también en Hervás, famosa por su judería, no pocas personas, a ve­ces relevantes, sufrían con auténtico estoicismo y sacrifi­cio máximo, crueles e injustificables persecuciones. Las vejaciones a que estaban sometidos eran continuas. A los conversos se les humillaba sistemáticamente con el sobrenombre de "marranos". A los mudéjares se les tra­taba como "infieles".
Entre estos últimos había una familia, "Los Cañadas", de rancio abolengo. Procedían de la estirpe del Caudillo
Señor de la Torre de Ambroz. A pesar de su condición i de "moros" estaban bien considerados por los "freires del castillo".
El castillo era una fortaleza singular situada en la par­te más elevada de la población. Sobre ella se levanta la actual iglesia de Santa María.
Sus dueños en aquellos momentos se diferenciaban muy poco de sus predecesores. Protegían y gobernaban el pueblo bajo las austeras y severísimas órdenes de su Prior, pariente del Gran Maestre de la poderosa Orden de los Caballeros del Temple.
A la familia de "Los Cañadas" se les seguía conside­rando como auténticos reyes. Habían sido depuestos en circunstancias extrañas. Sin embargo, pudieron conser­var la hegemonía de su potencial económico. Además, mantenían una inusitada amistad que se juzgaba imposi­ble entre poseedores y desposeídos.
Pero quizá el fenómeno más destacado era Rosa, la hija menor de la familia, bella moza de catorce años. Heredera del nombre y de la belleza de su madre, preci­samente para distinguirla, se la conocía con el cariñoso seudónimo de Princesa Zoraida.
Aquella guapa muchacha pasaba mucho tiempo en el interior de la fortaleza. Siempre estaba acompañada del hermano Froilán, esbelto y forzudo freire encargado de la defensa. Esta estrecha y casi paternal amistad daba pie a una permanente crítica que a la joven no parecía importarle mucho. Y es que la princesita aprovechaba aquella atracción afectiva para conocer los secretos del castillo.
Le encantaba recorrer los túneles y pasadizos secre­tos. Llegó a recorrerlos de noche y sin antorchas, toman­do a juego estas dificul-tades. Le divertía bajar por el tú­nel de evacuación y emergencia que terminaba en las márgenes izquierdas del Ambroz, río que consideraba casi de propiedad de su regia familia. Pero lo que más le gustaba, quizá por ser lo más prohibido, era visitar aquel otro túnel larguísimo y peligroso que comunicaba la for­taleza con un lugar de los aledaños de la población llama­do "Pedregoso". Los freires lo ocultaban celosamente.
A la pequeña "Princesa" le encantaba salir al campo, libre, confundida como una campesina más. En muchas ocasiones al volver a casa llovían los enfados de su fami­lia y del hermano Froilán. No aprobaban sus travesuras que, por otro lado, le granjeaban la simpatía de los cam­pesinos.
Un día, cuando contaba dieciocho años -ya estaba en la plenitud de su extraordinaria belleza, al salir por el oculto túnel de Pedregoso se encontró frente a un pas­tor, uno de esos mozos vigorosos y esbeltos, de unos veinte años, que cría solamente el campo con la pureza de su tierra y el azul de un cielo limpio de las equivoca­ciones humanas.
El mozo la miraba como algo sobrenatural. Ella tam­bién se dio cuenta de la sorpresa y del miedo que refleja­ba la cara del pobre zagal. Y con una sonrisa muy pícara le dio amablemente las buenas tardes. La reacción del joven y asustado pastor fue aún más sorprendente: cayó de rodillas balbuceando palabras incoherentes. Pensa­ba que la Princesa, a la que no había visto nunca, era un ser de otro mundo, una visión sobrenatural, en la sole­dad de aquel campo.
La bella y traviesa Rosa muy pronto sacó al guapo pastor de su error. Luego fue fácil una amistosa conver­sación, donde le explicó quién era y cómo estaba allí. Él también dijo que era forastero en aquellas tierras. Que su familia vivía allá en el norte, bajo la protección de un gran Señor, amigo del Rey. Que su nombre erajosé Ma­ría. Y confesó también su sorpresa y su miedo en el mo­mento del encuentro.
La conversación se prolongó más de lo debido, hasta que el pastor adivinó que a pesar de sus buenos perros, le costaría trabajo reunir aquella tarde sus desperdiga­dos animales. Se despidieron hasta el día siguiente.
Los ocultos encuentros se prodigaron. Con ellos, en el corazón de los jóvenes nació un amor puro, tierno pero fogoso, propio de la edad más generosa.
El joven pastor manifestaba reiterada y lastimosa­mente a su "Princesa", los innumerables obstáculos, los insalvables obstáculos, que les impedirían ser el uno del otro. Naturalmente, el zagal daba primacía sobre todas las cosas, a su pobreza.
La joven, que no quería renunciar por nada al amor de José María, ideó un audaz plan de difícil y peligrosa ejecución. Era el siguiente:
Como había descubierto dónde sus padres y los frei­res escondían el dinero y las joyas y, además, como la fortaleza no guardaba secretos para sus movimientos, ella iría trayendo, poco a poco ese dinero y de esas joyas para, juntos, esconderlas en un lugar sólo conocido por ellos, dentro también del túnel misterioso. Un día po­drían demostrar que el joven pastor era lo suficiente­mente rico para aspirar a la mano de la bella Princesa.
Pensaban que sustraer parte de aquel cuantioso teso­ro, precisa-mente por su magnitud, pues se guardaban juntas las joyas de su familia y de los Señores del castillo, no sería notado ni por uno ni por otros.
Pero este ingenuo plan de los jóvenes enamorados fracasó por donde no pensaron: cometieron el gravísi­mo error de llevarse el celebérrimo collar denominado "Collar de la Reyna". Según la tradición perteneció a la gran favorita del reyezuelo, señor de la Torre de Am­broz.
Naturalmente, se notó la falta. Las culpas recayeron ciegamente sobre la familia "Los Cañadas". Se les acusó formalmente de haber hecho desaparecer el famoso co­llar. Aquello suponía una irremediable condena. Ade­más, según los freires, habían cometido un robo sacríle­go. La sentencia se ejecutó despiadadamente.
El hermano Froilán, considerado como traidor a los secretos de la Orden, fue deportado a un lugar desco­nocido.
El pastorcito enamorado desapareció de la noche a la mañana, sin dejar rastro alguno.
La bella Princesita Zoraida, tras la ignominiosa muer­te de sus padres terminó su vida de forma un tanto extra­ña. Nadie fue capaz de justificarla.
Durante muchos años, igual que hoy, personas muy diversas, sobre todo jóvenes, que conocían esta tradi­ción, han buscado ilusionados el túnel o pasadizo por cualquiera de sus entradas.
Todo inútil.
En el castillo, convertido ahora en iglesia parroquial de Santa María de la Asunción de Aguas Vivas, se han encontrado algunos accesos de comunica-ciones extra­ñas. Actualmente se hallan obstruidos con piedras.
No han podido ser explorados adecuadamente por la categórica negativa y legal oposición de los diferentes señores párrocos, cuando se les ha propuesto.
Queda en Hervás la incógnita de si existirá y dónde se puede encontrar el tesoro sustraido a los Caballeros del Temple por la bella Princesa mora.

FUENTES:
-Recopilación hecha directamente por don Noé Duarte Pérez, ATS de Hervás.

Fuente: Jose Sendin Blazquez

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