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sábado, 24 de agosto de 2013

El caballero sediento

Un caballero de la tropa del Cid paseaba por tierras aún en poder de los árabes cuando, en el bosque, vio a una bella joven. Al preguntarle quién era, ésta le contestó que era hebrea y servía como esclava de Ali-Ben-Abdallá.
Casualmente acababa de escaparse porque él quería que formase parte de su harén y ella se negaba.
El caballero, impresionado y conmovido por la historia de la joven, le prometió ayudarla a conseguir su libertad si ella, a cambio, le ofrecía agua para beber. La joven se entristeció al contestar que no sabía dónde encontrar agua, pues llevaba toda la jornada huyendo y en el camino no había conseguido encontrar ni una fuente ni un arroyo en el que calmar su sed.
-Ojalá ese dios vuestro hiciera manar de la tierra un manantial -clamó ella-. Me haría cristiana y os ayudaría a que vuestro Cid Campeador conquistase estas tierras árabes.
Apenas había pronunciado estas palabras cuando de la tierra brotó un manantial que corrió en forma de arroyuelo sobre el prado. Sobrecogidos de emoción, ambos se agacharon para beber.
Después, la joven se despidió del caballero, que siguió su camino tan asombrado como convencido de la honestidad de la nueva cris-tiana.
Al día siguiente, la región de Escalona cayó en poder de los cris-tianos y la bandera de Castilla ondeó en las almenas de sus torres. Alfonso VI, rey de Castilla, que era en realidad el caballero del episo-dio, cumplió su palabra de liberar a la hebrea y ella se hizo cristiana y entró en un convento de religiosas.
En cuanto al manantial, todavía hoy se le conoce como «la fuente de la mora».

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