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viernes, 26 de abril de 2013

El dragón doudou

Había una vez un terrorífico dragón al que le fascinaba raptar doncellas para luego devorarlas. La gente le había dado el nombre de Doudou y le temían como a la mal­dad misma, pues muchos caballeros habían procurado vencerlo y habían muerto en el intento.
El horrible dragón Doudou aterrorizaba a la población tanto de la región de Mons como de Wasmes y nadie se encontraba a salvo.
Algunos decían que la maléfica criatura parecía mimetizarse con el ambiente y que, por lo tanto, era imposible de ser vista, hasta que caía con todo el peso de su cuerpo sobre la pobre don­cella que había elegido como víctima y ahí mismo la apresaba en su gigantesca boca poblada de filosos dientes y se la llevaba a su madriguera secreta para luego devorarla.
La angustia y el terror se habían apoderado de los corazones de todas aquellas gentes. Pero un día tuvieron una esperanza de alivio con la llegada y las palabras de un noble caballero investi­clo en armadura de combate. Su nombre era Gilles de Chin.
El hombre se detuvo en el centro de la plaza pública y en voz alta y firme anunció que acabaría con la horrenda bestia. De in­mediato, partió al galope en su caballo, ante el admirado asombro de todos los presentes.
Gilles de Chin buscó a la inmunda criatura por muchos días, hasta que por fin descubrió su madriguera, penetró y avanzó sin hacer ruido. Dio apenas unos pasos y la vio. Allí estaba el terror del pueblo destrozando el cadáver de quien había sido, a todas lu­ces, una hermosa muchacha. ¡Le estaba arrancando las entrañas!
El audaz caballero no perdió tiempo y desenfundando su es­pada se lanzó contra el monstruo y consiguió herirlo.
El dragón, sorprendido, abandonó el cadáver y retrocedió to­do lo que pudo, mientras daba terribles dentelladas a su agresor, que lo esquivaba con enérgica habilidad.
El filo de la espada, al principio, parecía no dañar a la bestia, puesto que estaba protegida por una coraza natural de escamas endurecidas, pero el atacante no cejaba en su intento y descarga­ba su arma una y otra vez, hasta que comenzó a dañar a la bestia haciéndola sangrar por numerosas heridas.
El dragón aulló con un sonido estremecedor y finalmente mu­rió. Pero semejante guerrero no iba a abandonar tan rápidamente el cuerpo de enemigo tan colosal y siguió golpeándolo hasta que lo descuartizó por completo.
Una vez terminada su hazaña, cortó la cabeza del dragón de un solo tajo de su espada y regresó al pueblo con ella. En el cen­tro de la plaza pública Gilles de Chin la exhibió como señal de que su dueño, que había aterrorizado a todos los habitantes de esas tierras, acababa de morir, y como trofeo de su propio anun­cio cumplido.

Aún hoy se conserva la cabeza de dicho dragón (aunque algunos refutadores de leyendas dicen que se trata de la cabeza de un cocodri­lo de grandes proporciones) en un sitio de honor en la ciudad de Mons.[1]

0.161.3 anonimo (belgica) - 016



[1] También hay que destacar que esta leyenda tiene tanta trascendencia que, ca­da año, se celebra en Mons una fiesta que recibe el nombre de Lumecon, en la que se recuerda la muerte del dragón Doudou. La bestia es representada por medio de un gran títere de madera manejado por hombres desde su interior (a semejanza del épico caballo de Troya).

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