Translate

viernes, 11 de enero de 2013

El tesoro

En flensburgo, hoy perteneciente a Alemania, pero antiguamente pobla­ción danesa, podían verse en el siglo pasado las ruinas de un viejo castillo. Una vez, cuando las paredes aún es­taban en pie, dos soldados montaban allí guardia. Uno de ellos marchó al pueblo vecino, y el otro procuraba dis­traer las horas tediosas de la centi­nela canturreando. De pronto se inte­rrumpió, espantado. Delante de él ha­bía aparecido una dama, alta y blan­quísima, que le dijo:
-Yo soy un espíritu maldito. He errado por este lugar durante muchos siglos y no encontraré jamás el reposo de la tumba. Junto a estas paredes hay enterrado un gran tesoro, y sólo hay tres personas que pueden apode­rarse de él. Tú eres una de esas tres.
Entonces el soldado preguntó a la dama de blanco qué debía hacer para que se cumpliese su predicción. La da­ma le contestó:
-Hoy no hagas nada ni intentes buscar por ti mismo, porque sería en vano. Ven mañana temprano y te diré lo que tienes que hacer.
Dichas estas palabras, la dama des­apareció.
Pero las palabras de la dama habían sido escuchadas por el otro soldado, que, al volver, había visto a la aparición conversando con su compañero. Mas nada dijo, y a la mañana siguiente se ocultó para oír las instrucciones que recibía su camarada. Cuando éste, pro­visto de pico y azada, se presentó, la dama blanca salió a su vez, pero, al notar que eran espiados, objetó con voz firme:
-Hoy no es día bueno para nues­tro trabajo. Lo dejaremos para ma­ñana.
Y desapareció.
El segundo soldado, que había per­manecido oculto, volvió a su casa y cayó súbitamente enfermo. Mandó lla­mar a su amigo, al que confesó lo que había hecho. Le suplicó, además, que no se ocupase de las cosas sobrenatu­rales, y que antes de volver a seguir las instrucciones de la dama blanca consultase con el párroco en demanda de consejo. Al amigo le parecieron ra­zonables estas pala-bras y fue a con­tarle al párroco todo lo que le había ocurrido. Éste le aconsejó sin dudar ni un instante:
-Sigue las instrucciones de la dama blanca, pero ten cuidado de que sea ella quien empiece el trabajo.
Por la mañana el soldado subió al castillo. Al poco rato se le apareció la dama blanca, quien indicó el sitio por donde debía comenzar su trabajo. Des­pués añadió:
-Cuando halles el tesoro, la mitad te pertenecerá, pero de la otra mitad harás dos partes: una para la iglesia y otra para los pobres.
El soldado fue tentado por el de­monio; despertó en él la codicia y gritó de mala manera a la dama blanca:
-Pero, entonces, ¿no es todo para mí?
¡Nunca hubiera dicho estas pala­bras! La dama blanca exhaló un dolo­roso gemido, y desapareció, como una llama azul, por el foso del castillo.
El soldado regresó a su casa, y, de la impresión recibida, enfermó. Nada pudo hacerse para curarle, y a los tres días justos entregó su alma a Dios. Había sido castigado.
Estos acontecimientos se extendie­ron pronto por todo el país. Un día llegó al castillo un joven estudiante, pobre y valiente, y que deseaba hacer fortuna. Sin temer nada, esperó a que dieran las doce, en el sitio que ya le habían dicho, hora en que aparecía la dama blanca. En efecto, cuando a lo lejos, en el pueblo, retumbaron las campanas de la medianoche, apareció la dama blanca. Él le dijo:
-He sabido la historia de vuestra desgracia y quiero libraros de la mal­dición.
Pero la dama blanca contestó que él no era una de las tres personas que podían encontrar el tesoro y librarla de su maldición.
-Pero en pago de tu buena volun­tad, serás recompensado. La muralla que hay que derribar no podrá serlo en mucho tiempo por manos humanas.
Y la dama blanca desapareció.
El estudiante volvió a la mañana siguiente, por compasión hacia la da­ma, para oír sus lamentos, que reso­naban en la oscuridad y el silencio.
Cuando penetró en el castillo, tropezó y cayó. A la luz de la luna, vio con ­sorpresa que había tropezado en un montón de monedas de plata, de las que se apoderó sin dudar ni un momento.

Fuente: Antonio Urrutia

0.079.3 anonimo (vikingo) - 015

No hay comentarios:

Publicar un comentario