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miércoles, 19 de diciembre de 2012

La güestia

Poco a poco, a través de los tiempos, el viejo mito de la Güestia ha ido borrándose del recuerdo popular. Sólo que­da memoria de ella en los fastos mitológicos, en las páginas de antiguas crónicas, en las aldeas apartadas o en los labios de las añosas abuelas que intentan asustar a sus inquietos nietos, diciéndoles: «¡ahí viene la Gües-tia...!».
La Güestia es, en Asturias, una procesión de almas en pena, con velas encendidas a altas horas de la noche[1]. Equivale a «la buena gente», con sentido antitético, y a es­tantigua, santa compaña, güaspida, etc. Que nosotros se­pamos, nunca nadie vio la Güestia; todos, sin embargo, cuentan lo que sucedió a tal o cual que, una noche aciaga, por entre la quejumbre de los bosques del Toral, sobre los prados del molino o en torno a los sotos de Espinaredo, se encontró con ella.
Para los vecinos de Libardón, municipalidad de Colunga, Griselda, la de Fano, era una costurera excepcional; al decir de nuestro comunicante, «como nunca tal otra se vio». De toda la vecindad le llovían los encargos y a todos procuraba contentar. Cosía por aquellos días en una casa del Esla­bayo, apartado barrio de la parroquia, ya en las estribacio­nes del altivo Sueve. Se le hizo tarde y, contra lo que era costumbre, no había en casa varón que la pudiera acompa­ñar hasta Fano.
Apenas se apartaba de la última casa de la quintana, cuando vio unas luces verdosas que avanzaban por el cami­no de herradura hacia la cría.
-Ha de ser el viático -pensó; voy a correr para abrir­le la portilla.
Se acercaba la comitiva; con aquella luz se mezclaban extrañas voces, lamentos y « misereres» que le llegaban al cuerpo como un cuchillo pcnctrantc. Empezó a notar que no conocía a nadie; tampoco venía el párroco con el Sacra­mento, ni entendía palabra de lo que rezaban. Mas de pronto... ¿No es aquél Xuanón de Juaca, que murió el año pasado? ¿Y aquélla...? bien se parece a Balbina la del Cota­xu, que va hace dos años que la enterraron...
El susto se le metió en el cuerpo. Cuando estaba a punto de estremecerse, una blanca figura y pálido rostro. cuya piel tensa v apergaminada querían romperle los huesos de la calavera, se le acercó diciéndole:
-Soy tu tío Pedro. ¿No me reconoces? ¿Cómo estáis to­dos? Toma...
Y le puso una vela en la mano. Griselda, que no había acertado a pronunciar palabra, bañada en un sudor frío, se fijó en la vela y, al mirarla, entre luz y sombra, dio un grito de horror. Lo que tenía en la mano era un hueso humano llameante.
Cuando los vecinos del Eslabayo llegaron al lugar donde yacía la costurera, sólo pudieron oírle:
-¡Era la Güestia! ¡Era la Güestia...![2].
Pero..., la Güestia se va porque los niños de hoy no se espantan con los fantasmas del pasado y se encaran muchas veces con las realidades del presente.

Leyenda mitologica

0.100.3 anonimo (asturias) - 010




[1] Cfr. CABAL, C., o.c., pp. 100-144; CASTAÑÓN, L., Supersticiones y creencias de Asturias, Salinas, 1976, pp. 54-56; JOVE Y BRAVO, A., Mitos y supersticiones de Asturias, Oviedo 1903, pp. 54-56; LLANO, A., o.c., pp. 66-69.
[2] Comunicación de Ramón Cortés Carús, de Libardón, en 12 de abril de 1971. Aunque con algunas variantes, recogen la leyenda: GARCIA DE DIEGO, V., o.r., p. 316, y LLANO, A., n.c., p. 72. A este tema se refiere el opúsculo siguiente: Don Nuño de Rondaliegos. Aquí se contienen unas cien assonadas coplas que fizzo Johan Menendez Pidal, natural de las Asturias de Oviedo y en la qual es relatado de como el buen cavallero D. Nuño de Rondaliegos se topo con la uestia... El encuentro en cuestión tiene este tenor:

«...Por entr'una angosta vía
d'álamos et robredales,
luenga hilera de pantasmas
que unos en pos d’otros vane;       
todos llevan blancos cirios,
e visten blanco sayale;
todos vienen silenciosos.
todos andan de vagare...».

Otra curiosa narración puede verse en nuestra obra Costumbres asturianas. León 1982, p. 178.

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