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lunes, 3 de diciembre de 2012

El juego de los ojos

Todos los días, Cangrejo llegaba a la vera del río y preguntaba:
-¿Cuándo iré al lago Palaná?
Al no escuchar nada, él mismo respondía:
-¡Ah, el lago Palaná queda muy lejos!...
Cangrejo quería ver el mar, el lago Palaná, como decían los indios. Para estos, que habi­taban tierra adentro y solo conocían ríos y lagos, el mar era también un lago, un lago grande.
Cangrejo permanecía horas y horas mi­rando correr el río. Cierta vez dijo:
  El río corre hacia el lago Palaná; por lo menos, puedo mandar mis ojos para que vean cómo es.
Inmediatamente ordenó:
  ¡Id, mis ojos, id hasta el lago Palaná! ¡Vamos, vamos, vamos, vamos!
En el mismo instante los ojos del Cangrejo partieron. Cangrejo no veía nada cerca, solo veía el mar.
  ¡Ah, mis ojos se fueron! Voy a llamarlos de vuelta, rápido.
Entonces dijo:
  ¡Venid, ojos míos, de la orilla del lago Palaná! ¡Ja, ja, ja, ja!
Los ojos estaban llegando, estaban llegan­do... En este momento llegó también jaguar y, oyendo la voz de Cangrejo, quedó al acecho:
Los ojos de Cangrejo llegaron. Cangrejo veía todo:
-¡Ah, mis ojos volvieron del lago Palaná! Ahora los mandaré de nuevo. ¡Id, ojos míos, otra vez!
Apenas cangrejo habló, jaguar dio un salto detrás de él, y para asustarlo roncó:
-iEh!...
Cangrejo, que en ese instante solo veía el mar, se llevó un gran susto.
Seguidamente, jaguar le preguntó:
-¿Qué estabas diciendo ahí, cuñado?
Cangrejo, que tenía sus ojos contemplando el mar, contestó:
Pues sí... Como yo no puedo ir al lago Palaná, que está tan lejos, mando a mis ojos que vayan y vuelvan. Es un juego...
Jaguar quedó intrigado.
-¿Cómo es eso, cuñado? Nunca oí contar algo así... ¡Quiero ver cómo es!
En ese instante los ojos de Cangrejo, que estaban en el mar, vieron un gran pez que nadaba en su dirección. Cangrejo, entonces, dijo a jaguar:
-Aimolá-pódole, el padre del pez Traíra[i], quiere tragar mis ojos.
Mas jaguar insistió:
-¡Yo quiero ver cómo es!
Cangrejo no quería charla. Quería hacer regresar sus ojos:
-Venid, ojos, de la orilla del lago Palaná. ¡Ja, ja, ja, ja!
Los ojos de Cangrejo volvieron, pero ja­guar deseaba ver cómo los ojos partían hacia el mar:
-¡Quiero ver más! ¡Mandad vuestros ojos, cuñado!
Cangrejo mandó:
-¡Id, ojos míos, a la orilla del lago Palaná! ¡Vamos, vamos, vamos!
Los ojos de Cangrejo partieron. Cangrejo preguntó a jaguar si había visto cómo era. Jaguar pidió a Cangrejo que llamase a los ojos de vuelta.
Cangrejo llamó:
-¡Venid, ojos míos, de la orilla del lago Palaná ! ¡Ja, ja, ja, ja !
En el mismo instante volvieron los ojos. Jaguar estaba entusias-mado.
-¡Ahora, mandad mis ojos, cuñado!
Cangrejo no quería mandar los ojos de Jaguar. Tal vez no diese resultado. Y le res­pondió:
-No es bueno mandarlos ahora; el padre del pez Traíra está allí cerca.
Jaguar no quería saber nada, e insistió:
-¡Quiero que mandéis mis ojos ahora mismo!
Cangrejo le recomendó estarse quieto, y ordenó:
-¡Id a la orilla del lago Palaná, ojos de mi cuñado! ¡Vamos, vamos, vamos, vamos !
Los ojos de jaguar partieron. Jaguar no veía nada. Pidió a Cangrejo que hiciera volver a sus ojos.
-¡Venid de la orilla del lago Palaná, ojos de mi cuñado !¡Ja, ja, ja, ja!
Los ojos de jaguar volvieron. Jaguar elo­gió mucho la hazaña de Cangrejo.
-¡Muy bien, cuñado! ¡Mandad mis ojos otra vez!
Cangrejo no quería. Repitió que el padre del pez Traíra estaba cerca y que era peligroso. Jaguar insistió en que mandase sus ojos una vez más. Decía:
-iMandadlos, cuñado! ¡Solo una vez más!
Cangrejo envió de nuevo los ojos de Jaguar:
-iId a la orilla del lago Palaná, ojos de mi cuñado! ¡Vamos, vamos, vamos, vamos!
Los ojos de jaguar partieron. El padre del pez Traíra, que andaba por allí cerca, tomó los ojos y los engulló. Jaguar no veía nada.
Quedó ciego.
Gritaba:
-¡Llamad a mis ojos, cuñado!
Cangrejo llamó a los ojos de jaguar:
-¡Volad de la orilla del lago Palaná, ojos de mi cuñado! ¡Ja, ja, ja, ja!
Pero los ojos no vinieron. Cangrejo llamó otra vez. ¡Nada! Ni señal de los ojos de ja­guar. El padre del pez Traíra se los había tragado. Cangrejo le dijo a jaguar:
-¿Visteis, cuñado? Bien que os avisé. El padre del pez Traíra se comió vuestros ojos.
Jaguar se indignó porque sus ojos no vol­vían. Dijo a Cangrejo:
-¡Ahora os voy a comer a vos! ¡Vos no debisteis mandar mis ojos!¡Estoy ciego!
Jaguar se irguió para agarrar a Cangrejo, pero este saltó al agua y se escondió bajo el tallo de una hoja de palmera que estaba inclinada sobre el río.
Jaguar buscó a Cangrejo; mas como es­taba ciego, no podía verlo. Agarró pedazos de piedra y de palos pensando que fuesen Cangrejo. Este, al esconderse bajo el tallo de la palmera, quedó con el tallo pegado a su costado, formándose así la coraza que hasta ahora tiene.
Habiendo escapado Cangrejo de la ven­ganza de jaguar, se alejó.
Jaguar, sin ojos, sin saber hacia dónde ir, fue caminando por los matorrales. Des­pués de andar algún tiempo encontró a Ga­vilán Real, que le preguntó:
-¿Qué hacéis por aquí, cuñado?
Jaguar le respondió:
  No hago nada. Cangrejo mandó mis ojos al lago Palaná y el padre del pez Traíra se los tragó. ¿Podríais ponerme otros ojos en lugar de los que perdí?
Gavilán Real le respondió:
-Voy a ver. Quedaos ahí, no salgáis del lugar. Iré a buscar leche del árbol yatay.
Gavilán Real partió en busca de leche del árbol yatay. Pero no regresaba. Jaguar es­peró, esperó. Pensaba que Gavilán no vol­vería más.
Por fin, Gavilán Real volvió, diciendo que le había costado mucho trabajo conseguir la leche del árbol yatay.
Mientras calentaba la leche, pidió a ja­guar que se reclinase en el suelo.
-¡Quedaos quieto! Si queréis tener ojos de nuevo, aguantad el calor! No os mováis ni digáis ¡ay!
Hablando así, Gavilán Real vertió la leche de yatay, hirviendo, en la órbita derecha. Jaguar no se movió ni dijo ¡ay!
Gavilán Real derramó el resto de la leche en la órbita izquierda. Después, con un ra­mito, extrajo leche de un arbusto que los indios Taulipangs llaman kaikusézimpi. Era leche para lavar los ojos de jaguar. Los lavó con esa leche y jaguar quedó con los ojos claros y hermosos.
Movió los ojos de aquí para allá, hacia todos los lados. Veía todo, de cerca y de lejos. Agradeció a Gavilán Real. Este le dijo:
-Ahora, a cambio de los ojos, matad un tapir para que yo pueda comer.
Jaguar fue a cazar y regresó con un tapir, que entregó a Gavilán Real.
-Aquí está el tapir que me pedisteis a cambio de los ojos que me disteis.
-Bien, de ahora en adelante, ya sabéis, Jaguar: por haberos dado nuevos ojos, me daréis de comer. Siempre que cacéis un ve­nado o un tapir, me daréis una parte. ¡No os olvidéis !
Desde entonces, jaguar caza para dar de comer a Gavilán Real.
En cambio, tiene los ojos claros y hermo­sos. ¡Y hasta ve en la oscuridad, de noche! ¡Lo ve todo!

0.020. anonimo (brasil) - 010




[i] Pez de unos sesenta centímetros de largo. En esta le­yenda, los indígenas del interior del país, que conocen sola­mente los peces de agua dulce, lo hacen vivir en el mar, pero el pez traíra vive en las aguas tranquilas y posee la facultad, cuando el agua se seca, de enterrarse en el lodo y esperar a que lleguen las lluvias. Es carnívoro y se alimenta de otros peces.

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