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martes, 18 de diciembre de 2012

El camello

El camello, arrodillado, esperaba impaciente a que su amo terminase de cargarlo. Un saco, dos, tres, cuatro...
-Pero, ¿cuándo terminará? -decía para sí.
Al fin el hombre chasqueó la lengua y el camello se alzó.
-Vamos -ordenó su dueño tirándole de la brida. Pero el camello no se movió.
-¡Venga! ¡Adelante! -gritó el hombre, dando un tirón a la cuerda. Pero el camello, apuntalado sobre sus patas, permaneció inmóvil.
-Ya comprendo -dijo el patrón; y dando un suspiro le quitó dos sacos de la grupa.
-Ahora el peso me parece el justo -murmuró para sí el camello, y se puso en marcha al instante.
Caminaron a buen paso todo el día y el hombre pensó que llegarían hasta el pueblo. Pero el camello, al llegar a cierto lugar, se paró.
-Haz un esfuerzo -pidió el camellero; unas leguas más y llegamos a casa.
Por toda respuesta, el camello se tumbó en el suelo.
-Mis patas -se dijo- aseguran que por hoy ya han caminado bastante.
Y el hombre se vio obligado a descargarlo y a acampar toda la noche en el desierto junto a él.

Es bueno ocuparse de nuestros semejantes; pero no debe perderse de vista la realidad de que la propia supervivencia está, en definitiva, en manos de nosotros mismos.

(de Leyendas: Camellos. H. 23 r.)

1.082. Da Vinci, Leonardo - 012

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