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martes, 18 de diciembre de 2012

Covadonga, allande y laviana

Grandes preparativos se hacían en lo alto del monte Prie­na desde que una pastorcilla topara con una hermosa talla de la Virgen.
De todos los contornos suben las gentes con los materia­les; talan árboles y sientan los cimientos para el ermitorio. A la mañana siguiente los hallan en la cueva; lo mismo sucede a la otra noche, e igual a la otra mañana. El carpin­tero promete a todos:
-Esta noche duermo aquí; yo averiguaré quién...
Amarróse a una viga y tendióse a dormir. Ni que decir tiene: amaneció en la cueva.
Fue, entonces, cuando todos los lugareños vieron patente la voluntad de la Virgen, que escogía aquella cueva para... salvar a España. Así recoge los hechos la lírica popular:

«¡Oh, Virgen de Covadonga!
¡Oh Soberana princesa!
No quisiste vuestra casa
en lo más alto de Priena.
Quísola, usted, la Señora,
nel cumbre de aquella peña,
un carpintero curioso
le cortaba la madera,
de día se la cortaba
y de noche se lo llevan».

Aún añade otra tonada:

«La Virgen de don Pelayo
no quiso subir a Priena,
quiso estar en Covadonga
porque es su trono la Cueva» [i]

La versión allandesa reviste estos caracteres.
Mientras apacentaban sus rebaños, hallaron unos pasto­res, entre las ramas en flor de unos avellanos, la imagen de la Virgen. Comunicado el suceso al párroco, convino en que la bajaran al templo parroquial. A la mañana siguiente ha­bía desaparecido de la iglesia, encontrándola de nuevo so­bre las ramas de los mismos avellanos. Al repetirse el he­cho, entendieron todos el deseo de la Virgen de recibir allí la veneración de sus hijos. Días más tarde se iniciaban las obras de la suntuosa capilla que, aunque muy remozada, aún subsiste [ii].
Por Laviana la leyenda recorre otros derroteros.
Habían decidido los vecinos de Pola de Laviana levantar un templo en honor de la Santísima Virgen. A la hora de elegir el emplazamiento surgió el litigio; pretendían unos la campa del Otero, mientras otros, acaso los más, se inclina­ban, por el recinto de la villa. Acumularon, por fin, los ma­teriales en el lugar designado por los más, con idea de co­menzar la edificación al día siguiente. Mas, durante la no­che, desaparecieron los acopios, hallándolos a la mañana siguiente en el Otero; sobre ellos, radiante, la imagen de la Virgen.
Ya no hubo lugar para el cabildeo. Obedientes todos a los designios de la Madre de Dios, levantaron el santuario que, con reformas y ampliaciones de por medio, ha llegado a nosotros. Lo relata así el cantar:

«No pudieron los señores
tener iglesia en el pueblo,
porque la quiso la Virgen
en la campa del Otero»[iii].

Leyenda religiosa



0.100.3 anonimo (asturias) - 010




[i] CABAL, C., La divina peregrina, Oviedo 1948, p. 119; LLANO ROZA DE AMPUDIA, A., Una leyenda de Covadonga, en C, núm. 34, Co­vadonga 1923, pp. 185-186.
[ii] Datos proporcionados por Antonio García Linares, de Pola de Allan­de, en 15 de junio de 1969.
[iii] JOVE CANELLA, J. M., Topografía médica de Laniana, Madrid 1927, pp. 95-96; LÓPEZ GARCIA JOVE, L., Novena en honor de Nuestra Señora del Otero de Pola de Laviana, Oviedo 1938; PÉREZ SILVA, B., La Virgen del Otero (Pola de Laviana), Gijón 1983. Salvo detalles, la leyenda es común a multitud de santuarios. Algo parecido ya lo contaron Varrón y Dionisio de Halicarnaso acerca de los penates, que marcharon del templo oue les hicie­ra Alba, pues querían quedarse en Laviniun.

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