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martes, 4 de septiembre de 2012

Muerte de chámyts

En la ciudad de Tynty vivía en tiempos remotos un Málik, ante el cual se presentó un día Chámyts, retándole, jactancioso, con estas palabras:
-¡Aquí estamos nosotros, los nartas, y ya sabes que donde nosotros nos hallamos, a los demás les toca obedecer!
-¡Traed aquí a quien tiene la osadía de medirse conmigo! -ordenó el Málik a su gente.
Pero por más que le mandó sus mejores paladi­nes, Chámyts los venció a todos, quedando siempre por campeón. Y, por último, le hizo saber que le daba una semana de plazo para que, al término de ella, se presentase en el campo de los kabardinas, a luchar con él en singular combate.
Tres días antes de que expirase el plazo, empezó el Málik a sentir ciertos escrúpulos y a pensarlo mejor y a decirse: «No cabe duda: ese Chámyts es hombre temible por su fortaleza; mejor será que vaya a ver a una agorera, que acaso pueda aconse­jarme algo contra él».
Se fue, y halló la agorera, que le dijo:
-Has de saber que el caballo de Chámyts es un engendro infernal; pero yo sé de un medio que lo desconcierta y ahuyenta. Toma una piel de lobo y átala al cuello de tu caballo, y verás cómo el de Chámyts no se enfrenta con él.
El Málik siguió el consejo al pie de la letra, y a la hora convenida salió al encuentro de Chámyts en el lugar del combate. Entonces el caballo de éste em­pezó a roncear y a piafar, negándose a avanzar, hasta que, volviendo grupas, emprendió un galope desesperado, sin que Chámyts pudiese contenerlo en su huida.
El Málik, entonces, lo alcanzó por la espalda, y así, a traición, lo abatió y cargó, y ató su cadáver al caballo, y éste regresó con él a casa, parándose a la puerta del patio y anunciando su presencia con so­noros relinchos.
-Ya está ahí nuestro caballo -dijeron los de Chámyts, oyéndole relinchar; pero es extraño que venga tan pronto.
Todos salieron a ver qué pasaba, y se hallaron con la trágica sorpresa del cadáver del paladín ata­do a la silla.
-¡Que las divinidades del averno te sean propi­cias, si has caído herido por la espalda! Mas, si te hi­rieron de frente, sean contigo las furias -clamaron los suyos. Y luego añadieron: Pero no; no había nadie tan fuerte como tú, nadie que pudiese ven­certe de frente. A traición han tenido que atacarte.
Este convencimiento resolvió a los nartas a salir en guerra contra el Malik de Tynty; pero, cuando iban a hacerlo, vieron que Batrás no estaba con ellos, sino que se hallaba con Kurdálágon.
Reuniendo entonces sus hordas, mandaron al viento de la noche que avisase al viento de la ma­ñana que había de ir a Batrás y decirle:
-El Málik ha matado a tu padre, y ahora noso­tros vamos a atacar a Týnty. Si te hallases sentado, levántate y ven; si estás de pie, no te sientes, ven en el acto.
Cuando Batrás supo por el viento matinal que su padre había caído, se levantó y fue a ponerse su ar­madura, y hallando que su amada se la había escon­dido junto a su lecho, se precipitó en la estancia, haciendo saltar la puerta, y cogió todas sus armas y su espada y su escudo. Cuando descendió de lo Alto, venía ardiendo, como un ascua viva, y entonces, de un tajo, descabezó un ventis-quero y se lo puso en la cabeza, a guisa de yelmo.
-¿Para qué me llamáis? -preguntó a los nartas. ¿Vais a hacerme creer que hay algún hombre más fuerte que Chámyts, y que lo ha vencido?
-Pues piensa lo que quieras -repusieron los nartas; pero a tu padre lo ha matado el Málik de Týnty.
Y Batrás, convencido ya, se dispuso a vengar a su padre.

062. anonimo (rusia)

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