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viernes, 7 de septiembre de 2012

La flor de lilo-va

Erase un padre que tenía tres hijos. De repente, sin saber por qué, se quedó ciego. Hizo todo cuanto le pidió su médico y luego los demás médicos a los que acudió pero fue inútil. Un día que estaba apenado a la puerta de su casa se le acercó suavemente una viejecita que le dijo con dulzura:
-Si quieres recobrar la vista, tendrás que lavarte los ojos con el agua de la flor del lilo-va.
-¿Y dónde se encuentra esa flor?
-Se encuentra por todo el mundo.
De modo que el padre llamó a sus tres hijos y les contó el remedio que la viejecita le había dado y les describió la flor maravillosa del mismo modo que a él se la había descrito la anciana. Y añadió:
-Le daré la mayor parte de la herencia a aquel de vosotros que me la traiga.
El menor de los hermanos era todavía un niño y quería ciegamente a su padre. No se detuvo un momento: le besó, se despidió y se metió por las campiñas, los valles y los montes. Tuvo que pedir limosna, tuvo que dormir en despoblados, tuvo que ensangrentarse los pies; pero su sacrificio no fue inútil, porque encontró la flor del lilo-va. Y con ella se volvía, pensando en la felicidad que iba a causar a su padre, cuando tropezó en el camino con sus hermanos. Iban también por el mundo en busca de la flor, pero no para lograr la curación del ciego, sino movidos por el interés de la herencia, y habían aguardado tanto para empezar la excursión porque les había llevado demasiado tiempo los preparativos. Al encontrarse con su hermano menor se llenaron de asombro:
-Pero ¿cómo?, ¿ya estás de vuelta? ¿Ya has encontrado la flor del lilo-va?
El hermanito les respondió que sí.
-¡Dánosla!
-No puedo dárosla. Quiero ser yo quien se la lleve a nuestro padre.
Intentaron entonces arrancársela, pero él la defendió con todas sus fuerzas.
-Os cedo toda la herencia -les decía al tiempo que se resistía, pero os suplico que me dejéis la flor.
No quisieron escucharlo y lo mataron, y luego lo enterraron en el campo. Y en la tierra donde cavaron la fosa apareció al poco un cañaveral.
Mientras, llegaron los hermanos a la casa, entregaron la flor a su padre que la puso en agua, se lavó los ojos y recobró la vista. Fue tan grande su júbilo, que señaló aquel día como de fiesta para todos sus criados; pero en medio de la fiesta se acordó del otro hijo y se puso a suspirar. Los hermanos intentaron consolarle diciéndole que seguramente su hermano andaba de un lado para otro sin acordarse de nadie ni de nada. Que la busca de la flor del lilo-va sin duda le habría servido de pretexto para satisfacer su deseo de libertad y su afán de rodar por los caminos.
Mas he aquí que un pastorcito se acercó una vez al cañaveral en donde estaba enterrado el hijo menor; cortó una caña, hizo una flauta y se puso a soplar en ella. Y cada vez que lo hacía la flauta cantaba tristemente:

Pastorcito, pastorcito,
no me arranques el cabello.
Mis hermanos me enterraron
por la flor del lilo-va...

Al pastorcito le pasmó tal maravilla y se apresuró a mostrarla en todas partes. Así llegó a la casa del viejo, que aún soñaba con el hijo que había perdido, y en cuanto sonó la flauta y ésta dijo su cantar, el viejo al oírla salió a la puerta:
-¡Ésa es la voz de mi hijo! -exclamó sollozando. ¡Yo la conozco muy bien!
Y preguntó al pastorcito:
-Muchacho, esa flauta, ¿de dónde la arrancasté?
Y cuando el pastorcito se lo contó, el anciano llamó a los dos hermanos, reunió a sus servidores y se fue con todos al cañaveral. Allí les mandó a los hermanos que cortaran una caña; lo hicieron, pálidos y temblorosos, y la caña cortada dijo así:

Hermanitos, hermanitos,
no me cortéis el cabello,
que vosotros me matasteis
por la flor del lilo-va.

El padre se volvió loco de dolor; mandó inmediatamente a sus sirvientes que cavaran una fosa e hizo que enterraran vivos en ella a sus dos hijos mayores.

100. anonimo (asturias)

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