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martes, 4 de septiembre de 2012

La bruja karing

Cerca de Kusbech había una cabaña en la que vivía Karing, la hechicera, con su hijo Hann. Este hijo, mozo de pocos escrúpulos, ejercía el contra­bando, junto con otros compañeros, en una goleta que una noche de lluvia fue apresada por la fragata Walkiria, en un fiord próximo a Kusbech.
Todos los contrabandistas consiguieron escapar, menos Hann, el hijo de la maga, que se negó a decir los nombres de sus cómplices. Armstrong, el co­mandante de la Walkiria, ordenó pena de muerte contra el joven, y el hijo de la hechicera fue ahor­cado.
Desde aquel día, la vieja Karing meditaba su ven­ganza. Su odio hacia Armstrong no tenía límites. Convencida de que tarde o temprano llegaría su hora, esperaba paciente el momento en que el co­mandante o alguno de sus parientes cayera bajo sus garras.
Cinco años después del trágico suceso de la muerte de Hann, llamaron a la puerta de la cabaña de Ka­ring. Abrió ésta la puerta y aparecieron ante su vista dos personas. Un hombre de edad madura, ataviado al estilo marinero, y un muchachito de tez delicada y de escasa estatura, que llevaba en su gorra mari­nera el nombre de la fragata Walkiria.
Después de invitarles a entrar, la vieja les pre­guntó el objeto de su visita. El más anciano de los dos marineros contestó que el grumete que le acom­pañaba quería hacerle unas preguntas a las que debía contestar rápidamente, si no quería sentir el peso de su cólera.
La mujer miró muy atenta al grumete, sintiendo arder en su pecho todo el odio que abrigaba hacia aquel nombre de Walkiria que el muchacho llevaba en la gorra.
-Tú no eres lo que el contramaestre Ayrton acaba de decir. Tú eres una linda moza. Esta raya de tu mano me dice que vienes a verme para que te cure una pena de amor...
La joven no negó su verdadera personalidad, antes al contrario, ignorando por completo el peligro que la amenazaba, dijo a la vieja que era Alicia, la hija del comandante Armstrong, de la fragata Walkiria. Su prometido había dejado de amarla, y ella, en cambio, sufría de amores por él. Quería que la vieja le diera un remedio. O bien que su prometido vol­viera a ella, amoroso como en otro tiempo, o que ella pudiera olvidarle y dejar de sufrir por su amor.
Meditó breve espacio Karing, madurando su plan de venganza. Por fin, sacó de un armario una re­doma que contenía unos polvos y la entregó a la joven. Tomando luego un papel amarillento, mojó una pluma en una herida que se hizo en la mano iz­quierda y escribió unas palabras.
-Toma -dijo; esta noche, cuando den las doce, vierte estos polvos en un vaso de agua. Coge enton­ces este papel en la mano izquierda, y bebe. Cuando hayas bebido todo el contenido del vaso, lee el papel. Por él conocerás tu suerte.
Pagó el contramaestre a la hechicera con unas monedas de plata, y salió, acompañando a la hija del comandante.
Cuando dieron las doce de la noche, Alicia siguió al pie de la letra los consejos de la vieja Karing. No bien hubo bebido el contenido del vaso y leído el papel, empezó a gritar y a retorcerse, presa de terri­bles dolores. De tal manera sufría la joven, que lla­maron a su padre, quien acudió al momento. Cuál no sería su sorpresa cuando, al abrir la crispada mano de su hija, que había muerto momentos antes, pudo leer en el papel la siguiente inscripción: «Ali­cia por Hann. Comandante de la Walkiria, estamos pagados».
En un acantilado, frente al mar, se alzó una horca, donde fue ajusticiada la vieja Karing, acusada de brujería, envenenamiento y asesinato de Alicia, la hija del comandante Armstrong, con expresa prohi­bición del rey de Dinamarca de que «nadie debía compadecer al reo, ni descolgar su inmundo cadá­ver de la horca, donde permanecería para escar­miento de los culpables y ejemplo de la alta justicia del Rey, nuestro Señor...».
Una vez cumplida la sentencia, se vio al cuervo favorito de la bruja que revoloteó por encima del ca­dáver, hasta venir a posarse sobre el hombro de la vieja Karing, tal como había hecho siempre durante su vida.

031. anonimo (dinamarca)

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