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sábado, 8 de septiembre de 2012

El lago de sanabria

Lo que son retamas y cerezales, lo fueron siempre, pero lo que ahora es el lago de Sanabria dicen que fue Villaverde de Lucerna. Una aldea a la que llegó un pobre pidiendo. Ninguna puerta se le abrió y nadie le dio limosna. En la última casa a la que se acercó, unas mujeres estaban cociendo pan en el horno. «Si espera un poco -le dijeron, le daremos una hogaza caliente» Fue entonces cuando, al echar una pella de masa, ésta se puso a crecer hasta llenar el horno. Hubo que partir la enorme hogaza para sacarla y poderle dar un pedazo al pobre.
Cuando el pobre recibió el pan, advirtió a las mujeres que abandonaran el pueblo, que lo iba a inundar. Ellas rieron sin creerle hasta que vieron que el mendigo clavaba su bastón en el suelo a la vez que decía: «Aquí clavo mi bastón, que salga un gargallón de agua».
Y todo quedó inundado menos la casa del horno. Y todas las gentes se ahogaron menos las panaderas.
A partir de entonces, sólo el que estaba en gracia, persona o animal, el día de San Juan podía oír las campanas que se encontraban en el fondo del lago.
Y ocurrió mucho tiempo después que dos bueyes escaparon de la arada y entraron en el lago en busca de las campanas. Redondo, que iba por el fondo, logró sacar una, pero Bragao, que no había podido mamar ese día porque habían ordeñado a su madre, se hundió con la campana que arrastraba. Las campanas se despidieron diciendo: «Tú te vas, Verdosa, y yo me quedo, Bamba. Y, en lo que dure el mundo, jamás seré sacada».
Verdosa cuelga de la iglesia de Vigo de Sanabria y se pone boca arriba para espantar las tormentas. Si uno está en gracia, puede oír la campana que permanece en el fondo el día de San Juan. Guarda silencio Villaverde de Lucerna bajo el agua que ahora es un espejo generoso.

058. anonimo (castilla y leon)

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