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jueves, 6 de septiembre de 2012

El bandido «charreteras»

Vivía en un arrabal de La Geltrú, denominado de Santa Magda-lena, un hombre de singular fuerza física y una audacia sin límites, a quienes todos conocían por Charreteras.
Este hombre era el jefe de una cuadrilla de bandi­dos que azotaba la comarca con sus actos de terror.
Las autoridades sabían que era él quien robaba el ganado, quemaba los pajares y había matado a mu­chísima gente. Pero nunca habían podido probarlo, porque Charreteras tenía una agilidad tan pasmosa, que siempre, cinco o diez minutos después de haberse co­metido el siniestro, se le veía muy lejos, en algún lugar muy distante de donde habían «operado» los bandidos.
En cierta ocasión discutió acaloradamente con José Golar, vecino de La Geltrú, en un baile. Salieron de allí, y momentos después Golar yacía muerto de una cuchillada. Pero en el mismo momento Charreteras se hallaba ya en la playa, bebiendo y cantando, con un grupo de compañeros.
La gente hablaba de brujería o de pacto con el de­monio. Hasta qud un día, un Jueves Santo, los bandi­dol asaltaron la masía Coll. Saquearon y robaron cuan­to pudieron, y Charreteras encerró a todos los habitantes en un lagar, a eso de las siete y media de la tarde.
La masía estaba muy lejos de La Geltrú, y, no obs­tante, a las ocho y cuarto, una hora después, Charre­teras llevaba el hacha en la procesión, con toda tran­quilidad, como si nada hubiera ocurrido. Pero aque­lla vez su agilidad no le valió, porque encima del lagar donde estuvieran encerrados los dueños y mozos de la masía se encontró una pipa que Charreteras llevaba siempre en la boca, por lo que era bien conocida de todos.
Varios días le buscaron las milicias de la comarca, hasta que por fin dieron con él y le trasladaron a Vila­franca del Penedés.
Por el camino, cuatro o cinco hombres de los de su banda atacaron a las milicas que le conducían. Cha­rreteras echó al punto a correr, y entonces compren­dieron todos el raro fenómeno de que pareciera estar en dos sitios a la vez: la cosa se debía únicamente a la extremada agilidad de sus piernas.
Las milicias, ante la imposibilidad de alcanzarle por más que corrieran, dispararon contra él, derribándolo y dejándolo muerto en la carretera.

 103. anonimo (cataluña)

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