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viernes, 7 de septiembre de 2012

Calle del rollo

Dos razonamientos a fuerza de sencillos acerca del por qué de su denominación.
Por un lado, la curiosa complejidad de su trazado que se revuelve como un caracol; por otro, la presencia de un rollo de piedra que especificaba que la población tenía categoría de Villa.
Pero la fantasía popular, ávida siempre de mayores y me­jores emociones, no se conformó con esos sesudos razona­mientos y se apoyó en un hecho que tuvo lugar en está calle.
En las primeras horas de la mañana, los vendedores de leche empezaban sus repartos diarios montados en las clá­sicas burrás. Una parada de estos modestos comerciantel. Un grito de sorpresa al encontrar, en el suelo de una de las aceras, un niño muerto envuelto en un rollo de estera vie­ja. Los espectadores se quedaron estupefactos, mudos de espanto y, ahora, una pregunta que jamás obtuvo respues­ta: ¿Por qué se hallaba allí el cadáver enrollado?
Y la última versión.
Pasaba por esta calle el rey Carlos II; el último de los Asturias, y se le acercó una mujer del pueblo para ofrecer­le un pergamino conteniendo la fórmula infalible para que el monarca consiguiera la anhelada descendencia. El rey soltó la cinta que anudaba el escrito y tras ojearlo ligera­mente, arrojó el memorial, exclamando despectivo:
-¡Vaya rollo!

127. anonimo (madrid)

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