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viernes, 7 de septiembre de 2012

Ave maría

Simón de Rojas -confesor de Felipe II y luego bea­to- era un buen conocedor del barrio de la manolería.
¡Había en aquel tanto que modificar!
En verdad que obtenía pocas conversiones...
-¿Confesión?
-¡No, por favor!
El monarca -siempre con su afán urbanista- mandó tirar unas casas en las que ejercían su antiguo oficio esas tristes mujeres a las cuales nos ha dado por llamar de «vida alegre». Al cumplirse la orden real se descubrieron unos restos humanos. Se llamó a Simón de Rojas que exclamó al verlos:
-¡Ave María!
-¡Ave María! -repitieron socarronamente los obreros.
Y, la exclamación arraigó en el vocabulario popular como salutación irónica.
Ya tenía nombre la calle que, después, allí mismo se abriría.

127. anonimo (madrid)

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