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jueves, 16 de agosto de 2012

Yaci y su muñeca

Yaci vivía con sus padres en un poblado llamado Caximbo, justo en medio de la gran selva brasileña.
Yaci tenía una muñeca que no era como los demás, ya que se la había echo ella misma con una mazorca de maíz. La había vestido con sus hojas (ahora amarillas) de la misma planta de maíz.
Ella quería muchísimo a su muñeca, ¡no la dejaba ni un instante! Y ¿sabéis cual era el nombre de la muñeca? Se llamaba CURUMÍ.
Yaci y curumí se pasaban el día jugando…La bañaba, la vestía, la balanceaba suavemente en la hamaca y la llevaba con ella a todas partes.
Pero jugaba tanto que no ayudaba nunca a sus padres en las tareas del día a día, limpiar, cocinar, ir a buscar agua, ir a por comida…
Los días eran muy largos y los padres estaban muy cansados pero ni con esas Yaci ayudaba a sus padres.
Un día la mamá de Yaci la llamaba para que fuera a ayudarla a hacer las tareas de casa:
- ¡Yaci! ¡Yaci! ¡Ven! ¡Ayúdame a barrer, por favor!
Pero ella estaba tan distraída jugando con Curumí que ni si quiera la oyó.
Entonces la mamá volvió a llamarla varias veces más:
- ¡Yaci! ¡Yaci! ¡Ven! ¡Ayúdame a barrer, por favor!
Entonces ese día se enfadó con Yaci y le dijo:
- Te quitaré la muñeca.
Mamá solo lo decía para ver si le  hacia caso, pero Yaci se asustó. Cogió a Curumí del brazo y se metió a andar por la selva, caminó un rato largo. Quería proteger a su compañera de juegos, a su querida Curumí. Pensó en esconderla, pero no sabía donde…
Caminando y pensando un buen escondite para Curumí llegó al río, había una zona despejada muy cerca de donde iba siempre a bañarse todas las mañanas con sus padres y pensó que sería un buen sitio ya que podría venir a jugar con ella algunos ratos cada día.
Allí encontró a su amiga la tortuga que le preguntó:
- ¿Qué buscas por aquí, Yaci?
- Un buen escondite para Curumí.
- ¡Es muy fácil! –Comentó la tortuga -¡haz como yo! Cavo en la arena y entonces escondió los huevos.
Yaci empezó cavar con sus delicadas manos y hizo un hoyo muy parecido al de su amiga tortuga, dentro colocó a Curumí entre la arena caliente. La cubrió hasta los hombros y disimuló el lugar cubriéndolo con hojas y ramitas para que no fuese descubierto.
- no te preocupes –dijo la tortuga- mientras vigilo mis huevos no me importa vigilar tu muñeca también.
Entonces Yaci cogió el camino de vuelta a casa.
Y Llegó la temporada de lluvias, llovía a cantaros… pasó bastante tiempo hasta que Yaci no pudo salir de casa para ir a ver a Curumí.
Hasta que un día, por fin, la pequeña Yaci pudo salir a buscar a su querida Curumí, pero había llovido tanto que la forma del río había cambiado y ya no podía saber donde estaba la muñeca.
Buscó y buscó y no encontró ni rastro de su muñeca, Cuando de pronto volvió a ver a su amiga la tortuga, con unas pequeñas tortuguitas que la rodeaban para aprender a nadar.
La tortuga acompañó a su amiga hasta el escondite donde había dejado la muñeca. Pero solo pudo ver dos pequeñas hojitas que asomaban entre la arena, como si fuesen dos pequeñas manos verdes.
Yaci se arrodilló para verlas de cerca.
-No llore, pequeña -dijo la tortuga- estas hojitas son tu Curumí. Crecerán y se volverán una planta fuerte y muy grande. Entonces te ofrecerá muchas más mazorcas. Ven a buscarlas en verano. Volverás a encontrar a tu muñeca.
Pasó un tiempo y llegó el verano, entonces Yaci volvió para ver si la tortuga tenía razón. Cuando llegó al lugar encontró una planta inmensa llena de mazorcas de maíz, iguales a Curumí.
Cogió una, la vistió y preparó una muñeca que era la misma Curumí. Y había más de dos, tres, cuatro, cinco y más todavía…las recogió y las llevó a su madre que preparó una rica tarta de maíz.

020. anonimo (brasil)

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