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jueves, 16 de agosto de 2012

Leyenda de san francisco solano: II. rio hondo

Volvía San Francisco Solano de la provincia de Tucumán con una tropa de carretas cargadas de madera para la iglesia que se levantaba en Santiago.
La tropa se detuvo en el paso del Río Dulce, que estaba crecido. El río bramaba como un torrente y arrastraba árboles y peñascos.
Otras carretas estaban allí detenidas. Aseguraban los carreteros que en ese paso el río era muy hondo.
Se desataron los bueyes. Mientras las bestias y los peones tomaban un descanso, San Francisco, apartado, oraba.
Al rato, dio la orden de uncir los bueyes y de continuar el viaje. Todos se miraron con asombro, pero obedecieron.
San Francisco montó en su mulita y encabezo la marcha.
Al entrar en el río, levantó su cordón, y la encrespada masa de aguas turbias se abrió, dejándolos pasar.
Como el Santo dijera bromeanado: “ahí tienen el río hondo”, Río Hondo se llamó desde entonces a esa parte del Dulce y a la población que en sus márgenes está situada, el la provincia de Santiago del Estero [1].

015. anonimo (argentina)


[1] Versión enviada por los maestros: Srtas. María M. Arias y María Esther Acosta, y Sres. Aristóbulo Bustos Navarro y Justo J. Correa, de Santiago del Estero.
San Francisco Solano vino a la Argentina desde el Perú en 1586. Catequizó a los indios en nuestro territorio desde el norte hasta La Rioja y Córdoba. En su vida prodigiosa caben, para el pueblo que aún lo recuerda, todos los milagros. El enseñó a los indios a tocar el violín, que en la región norteña es hoy un instrumento popular.

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