Translate

sábado, 25 de agosto de 2012

Aciro knocha

En una alta y extensa planicie, se encuentra Huacas [1]. Cinco lagos reflejan la luz deslumbrante del sol de las alturas. Uno de ellos, el Aciro-Khocha, se extiende en la lejanía como fondo distante del paisaje.
Dicen los abuelos que en épocas remotas no hubo lagos en Huacas. Todo el distrito era tierra de cultivo. En la parte más baja, la que ahora cubre el Aciro-Khocha, había un pueblo con su templo, su plaza, sus calles y sus jardines.
Un día llegó a la comarca una mujer pobre a quien nadie conocía. Llevaba a cuestas, envuelta en una llijlla [2], a su hijita de un año de edad. La niña lloraba quejumbrosa, mientras la madre pedía limosna de puerta en puerta. Los vecinos le negaron su auxilio, sin sentir piedad por ella. La mujer, afligida, miró al cielo implorando compasión; pero todo fue en vano. Des-falleciente prosiguió su camino, paso a paso, hasta perderse para siempre en el recodo del áspero sendero.
Las horas de la tarde transcurrieron iguales, como de costumbre. Llegó la noche. La luna llena plateaba los campos y el poblado. De súbito, rompiendo la quietud campestre, se oyeron gritos de superstición y espanto.
-¡La luna! ¡Miren la luna! -repetían azoradas las gentes.
Una línea sombría borroneaba el perfil de la luna y un tinte negro avanzó hasta cubrirla toda. Las sombras ocultaron los campos. Al mismo tiempo, una nube densa, silenciosa y amenazante se extendió sobre el paraje, sumiendo el caserío en una tristeza ahogante.
Aterrorizados, los vecinos rezaron, se lamentaron e hicieron ofrendas y promesas; pero su ruego se perdió en el vacío. Se desató una tormenta espantosa sobre los campos próximos y el pueblo. No eran gotas que llovían, sino chorros copiosos, límpidos, pero inclementes. Se formó un lago en el lugar, pequeño de comienzo y cada vez mayor. Las aguas cubrieron las casas, alcanzaron las bóvedas del templo y sobrepasaron las torres. Las campanas, que habían sonado desesperadas, se hundieron en el silencio. Voces y gritos enmudecieron ahogados por las aguas en ascenso.
Pocos son hoy los campesinos que transitan por los pedregales que rodean el lago. Dicen que en la serranía hay una piedra que semeja una mujer inclinada en una roca, cargando en sus espaldas a una tierna niña. Segura-mente es la imagen de aquella mendiga, que no había sido tal, sino una enviada de las divinidades, para saber con certeza si la gente del pueblo se compadecía de los pobres y de los desamparados. Los labradores dicen, también, que esa mujer habría pedido un castigo ante la indiferencia por el dolor humano. Juntando sus manos callosas, los labradores invocan por igual a la Pachamama y a los santos de la cristiandad.
Al viajero de estos días que se hospeda en Huacas, los ancianos le dicen que en las noches de extraños signos o cuando la tierra tiembla, del fondo de las aguas del Aciro-Khocha emerge una luz tenue, de color violeta pálido. Toma la forma de nube, asciende pausada y permanece por un tiempo breve en la superficie del lago. Muestra la silueta del poblado con su templo, sus calles y sus jardines, mientras suena distante el tañido entrecortado de unas campanas de aldea.
Así cuentan los abuelos, y yo lo creo.

068. anonimo (bolivia)



[1] Huacas: Restos arqueológicos precolombinos que los quechas respetan y temen. Nombre de una comarca andina de Cochabamba, Bolivia. Se debe a que en ella abundan huacas. El nombre figura ahora como Vacas, distorsión colonial española.
[2] Llijlla: Tela bordada de colores vivos, con que las indias y las cholas cargan a sus niños a la espalda.

3 comentarios: